¡Hola a todos! Somos Yoshi y Yosha.

Hoy ha tocado un día por “todo lo alto”. Para empezar, hemos vuelto a Darling Harbour, para ver su ambiente de día. Eso sí, ni punto de comparación con el jolgorio de anoche. Qué tranquilidad se respiraba. Que fuera domingo por la mañana ha hecho que tanto tiendas como restaurantes estuvieran cerrados.

Después de la vuelta de reconocimiento, nos hemos dirigido al Jardín Chino. Pero durante el camino nos hemos topado con un parque “hidromanipulativo” de lo más peculiar. Riachuelos de agua fluían por el suelo siendo la delicia de los niños, y no tan niños. Pequeñas presas, fuentes, norias y distintos artefactos sirven de entretenimiento para cambiar o bloquear la trayectoria del agua. Nos hemos quedado un rato jugando, era imposible evitarlo.

Paseo matutino por Darling Harbour.

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Irresistibles estos parques acuáticos.

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NOS GUSTA… saber que aunque estemos en Julio la mitad del planeta acaba de empezar  el invierno. Ver que en Australia es la época de las pistas de hielo, la decoración con árboles nevados, los abrigos y las bufandas, nos resulta chocante ya que directamente lo asociamos con la Navidad; por su parte, ellos lo asocian con el inicio de un periodo vacacional de los niños (tienen cuatro durante todo el año).

Entre adornos invernales.

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Dentro del Jardín Chino (6 AUD cada uno), la arquitectura oriental y un arsenal de ibis nos han acompañado durante todo el paseo. Además, un río, varias cascadas y elementos como el bambú y lámparas de papel estaban muy presentes. Si no fuera porque los estómagos empezaron a quejarse, nos hubiéramos quedado allí dentro a pasar más tiempo.

Sydney como otras muchas ciudades consta de un barrio chino. China Town empieza justo al lado del Jardín Chino, dónde si no iba a estar. Calles repletas de restaurantes, tiendas e incluso un antiguo mercado rehabilitado que ahora es ‘Made in China’. Por momentos dirías que estás visitando otro país.

Mientras íbamos al Ayuntamiento y buscábamos lugar para desayunar hemos visto una cafetería de estilo francés y nos ha convencido el cartel que había en la entrada. Dos desayunos bien completos que nos han servido incluso de comida. Javier un desayuno inglés. Carolina una tostada de salmón, aguacate, espinacas y huevos benedictinos. Todo ello acompañado de un rico cappuccino.

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Después de coger fuerzas hemos visto la catedral de Sant Andrew y el Ayuntamiento. También hemos pasado a saludar a la Reina Victoria y su perro, el cual hablaba a través de unos altavoces. Daba un poco de miedito.

Tras ver el Teatro State, que aunque es de 1929 está adornado con escudos y armaduras medievales, nos hemos colado en el hotel de al lado para ver su decoración, que formaba parte del antiguo teatro y era una mezcla de edifico medieval con un ambiente hipster. Una combinación bastante llamativa.

Algunos detalles de la decoración del teatro.

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Ya de camino al Sydney Harbour Bridge, hemos pasado por las galerías Strand Arcade, que al igual que las del edificio Queen Victoria, son de estilo vintage y algo prohibitivas para los bolsillos.

Y ahora sí, directos a nuestra gran aventura del día y un momento especial en el viaje.

Desde el año 1998 se puede subir al reconocido puente de Sydney, y aunque es mucho dinero,  son de esas cosas que vale la pena hacer y quedas bien satisfecho.

Las entradas ya estaban compradas desde España, y menos mal, porque todos los turnos estaban completos. En grupos de 14 personas entras a una pequeña sala donde hay que rellenar un formulario con datos personales principalmente para estadísticas, seguridad personal y para firmar que aceptas las condiciones.

Lo que ha venido a continuación no nos ha gustado mucho, ya que a los Yoshis no nos han dejado subir a lo alto del puente. Por seguridad no se puede llevar encima ningún objeto excepto gafas. Así que Carolina y Javier nos han tenido que dejar en las taquillas.

Mientras nos repartían el equipo necesario y hacíamos una pequeña demostración para entender mejor el sistema de seguridad, hemos conocido a Peter, el cual estaba dentro de nuestro grupo de subida. Peter es un finlandés/español que lleva unos años viviendo en Sydney por trabajo con su mujer madrileña. Estamos muy agradecidos por habernos ayudado durante todo el recorrido a entender mejor algunas de las explicaciones y también por haber compartido información y recomendaciones. De esta forma hemos conocido también Sydney a través de sus experiencias y situaciones vividas. Si nos lees, muchas gracias Peter. Esperamos que os vaya todo genial y enhorabuena por lo que viene en camino.

¡Lo conseguimos! Con la Ópera al fondo y nosotros en las alturas.

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Las palabras de nuestra guía han dado el pistoletazo de salida hasta la cima: “abrid bien los ojos, disfrutad cada segundo y recordad cada momento, porque va a ser una experiencia inolvidable.”

Y así ha sido. Primero hemos disfrutado de la gran pasarela que nos llevaba por debajo de la calzada hasta una de las torres, la Ópera nos ha acompañado en todo momento, los trenes cuando pasaban por encima de nuestras cabezas hacían vibrar todo el puente y no podíamos dejar de sonreír y saludar a las pequeñas hormigas que estaban allí abajo.

Al llegar a la torre, una fuente de agua fresca nos invitaba a refrescarnos los labios antes de la gran subida. Cuatro tramos de escaleras y ya estábamos en la parte superior. Reconocemos que alguna lágrima de alegría se ha escapado. Y al final allí estábamos. En lo más alto del puente, junto a las banderas.

1332 escalones para conocer esta gran estructura.

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El clima también acompañó ya que no hacía aire ni frío y el horizonte estaba despejado. Nuestra guía nos contó un montón de información. De hecho, nos contó tantas cosas y alargó tanto el recorrido, que incluso vimos como se escondía el Sol y en lo más alto un coro nos recibió cantando ‘a capella’ (y eso que estas dos cosas pertenecen al turno del atardecer, que es más caro).

El grupo que subimos al Puente de la Bahía.

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Nos gusta subir a torres, colinas y miradores. Pero posiblemente ninguna experiencia haya sido tan emotiva como llegar hasta lo más alto del Puente de la Bahía de Sydney.

Tras tres horas y media en total, despedirnos de Peter y elegir qué fotos queríamos llevarnos a casa (previo pago) ya era completamente de noche. Por lo que hemos ido por Circular Quay a hacer unas cuantas fotos nocturnas de la zona.

De camino al hotel hemos comprado unos pasteles de carne para cenar y unas Tim Tam para desayunar mañana. De paso hemos visto otras calles paralelas cercanas a la nuestra.

Y ya con los ojos cerrados, toca pensar en lo que hemos vivido hoy. Un momento mágico desde las alturas para cerrar estos primeros días en Sydney. Mañana volamos a Brisbane.

¡Hasta pronto!

Foto de familia tras bajar del Puente. Valió la pena.

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