Chile y Perú 2018 – Día 4

Son de verdad, los moais existen. Visitando Hanga Roa.

¡Hola a todos!

El día empezó posiblemente al mismo tiempo que para algunos de vosotros. ¿Pero cómo va a ser eso si hay 6 horas de diferencia? Muy a nuestro pesar, los despertadores sonaron a las 2:00 de la madrugada y a las 2:30 nos recogió el taxi que nos llevó hasta el aeropuerto.

Pero dicen que sarna con gusto no pica. Y ahí estábamos dejando nuestras maletas la mar de emocionados en los mostradores como si fueran las cinco de la tarde. Por cierto, como los alimentos (y casi cualquier cosa) son más caros en la Isla, dejan llevar gratis hasta dos maletas de 23kg por persona… y dejan llevar comida y bebida sin problema.

Subimos al avión, sube también la emoción y… despegamooooos. Seis horitas de vuelo nada más, casi nada. Pero qué colores más bonitos hemos contemplado. El negro de la noche iba cambiándose por tonos azules y rojizos muy lentamente.

Casi sin darnos cuenta, el avión ha empezado a bajar a bajar y… ¡Tachán! Bienvenidos a la Isla de Pascua, bienvenidos a Rapa Nui. Y nos han recibido con collar de flores y todo ¡Mola!

La capital y única ciudad de la isla es Hanga Roa, lugar donde lógicamente tenemos el hotel. Así que tras dejar las maletas y que Ana, la dueña, nos diera unas recomendaciones, hemos puesto en marcha la misión “A ver quién encuentra el primer moai”.

En esta aventura hemos visitado primero la zona de “Ana Kai Tangata”, un entrante de agua con acantilados de piedra volcánica que finaliza en una cueva con arte rupestre. El viento hacía que el agua chocara contra las rocas, deleitándonos con potentes olas que subían unos cuantos metros.

Aquí hemos visto los primeros caballos sueltos, comiendo hierba la mar de tranquilos. Una gozada. También hemos podido dar cuenta de los llamados “perros turistas”. Son perros que hay sueltos por Hanga Roa y que por lo visto sólo se acercan a los turistas. Unos quince habrán jugado hoy con nosotros.

Y ahora sí, llegando a un pequeño puerto, ahí estaba el Moai de Hanga Piko sobre su Ahu (los “Ahu” son las bases alargadas en la que suelen estar los moais). Increíble, y sólo era el primero. Esa sensación de decir “Waaaaaaaaaaaaaaaaa”. Pues esa misma. Y a pesar de ese subidón, es posible que aún no nos terminemos de creer que estamos en la mismísima Isla de Pascua.

Sin parar de hacer fotos y mirando el agua una y otra vez, ha llegado la hora de comer. Como plato a destacar, uno llamado “Trilogía” que se componía de un ceviche, un carpaccio y cinco camarones. Pero cuidado con el tamaño enorme de los camarones, que si te quieres hacer una tortilla te sobra con uno de estos.

Continuamos el recorrido siempre bordeando el agua, entre parques infantiles (qué envidia poder jugar en un sitio así), grandes zonas verdes, restos arqueológicos, caballos, un cementerio, más perritos turista y mucha mucha alegría.

Nos acercamos poco a poco al Ahu Tahai. Continuamos impresionados y por fin nos vamos dando cuenta que no es un sueño, que es verdad que los moais existen, que esas imágenes que hemos visto en internet, televisión y revistas, no son ningún montaje.

Además de disfrutar haciéndonos fotos, nos hemos sentado a sentir el momento como toca, con calma, sin mirar el reloj, sólo observando el misterio y el arte que teníamos delante mientras la brisa del Océano Pacífico nos envolvía.

Para hacer tiempo y poder ver atardecer, otro paseo nos ha llevado por nuevas calles de Hanga Roa.

Tras el atardecer, bonito a pesar del cielo nublado,regresamos al hotel a cenar. Ana nos ha preparado una sabrosa cena en la que hemos probado por primera vez la barracuda y un entrante llamado Sopaipilla.

Ahora a descansar de nuevo y a cruzar los dedos para que la lluvia que se prevee mañana nos deje ver el primero de los volcanes que queremos visitar.

¡Hasta pronto!

Viaje a Chile y Peru
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